I N T E R V I E W S

Saturday, 17 October 2009

LA HISTORIA DOMINICANA EN LA MIRA: ENTREVISTA A RENÉ FORTUNATO



Por José Roversi


Vi la película “Trujillo: El Poder del Jefe” una tarde tranquila de verano. No tenía mayor información sobre la cinta o sobre su autor. Desde el primer minuto me encontré, no diría enganchado, sino hipnotizado por la potente narrativa, el ritmo justo y la riqueza del trabajo investigativo. Un sólo problema enfrenté al terminar de verla. Se trataba de la primera de tres partes. Cuando al fin pude ver la obra en su conjunto, unas semanas mas tarde, quede admirado ante el logro de su director, René Fortunato.

Pregunté a mis amigos dominicanos por el trabajo de este cineasta y descubrí algo aún más interesante: Que sus documentales son sumamente populares y se consumen masivamente en la Antilla Mayor. Algo fuera de serie en América Latina.

Otra cosa me intrigó sobre el trabajo de René. En una región como la nuestra, en que los documentales independientes no son la regla y es común encontrar aburridas películas laudatorias encargadas a medida por los ricos o poderosos (video-hagiografías de amigos y familiares) las suyas, en cambio, parecen fluir en un discurso propio y sin vacilaciones, reivindicativo e hiriente.

Sus trabajos, como la historia misma de los pueblos, están habitados por seres imperfectos, egoístas e idealistas, crueles y generosos, ambiciosos e inescrupulosos. Como las sociedades que hemos construido, sus documentales entretienen, espantan, conmueven e inspiran. Nunca dejan indiferente. Nunca dejan de latir. Son películas que respiran.

La de René Fortunato es una carrera impresionante, que abarca más de treinta años de esfuerzos al servicio de la inteligencia y que ha producido un portento difícil de igualar por una sola persona: dotar a un país entero de la reflexión audiovisual de todo un siglo.

Quiero agradecer a René por su generosidad al concederme esta entrevista.

JR: A mediados de los años setenta, muy joven, te iniciaste en el mundo del cine. Eran los tiempos de los grupos “Cine Militante”, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y luego de “Cinec”, del Palacio de Bellas Artes. ¿Cuál era la atmósfera de aquellos días entre los creadores jóvenes como tú?

RF: La atmósfera de aquellos días en Santo Domingo era muy parecida a la de otras ciudades latinoamericanas. Un gran activismo político, sobre todo en la Universidad, acompañado de grandes jornadas de lucha por el respeto a los Derechos Humanos y de denuncia de los crímenes y atropellos que cometían los regímenes dictatoriales y represivos que predominaban en nuestro continente. Eran los años de Pinochet en Chile y de los demás regímenes militares en el Cono Sur. En nuestro país teníamos el régimen represivo del doctor Joaquín Balaguer, conocido popularmente como “el gobierno de los 12 años.”

Dentro de ese contexto surgieron en América Latina grupos de jóvenes interesados en hacer cine nacional comprometido con las luchas que venían realizando los sectores populares. Creo que los más representativos de estos surgieron en Buenos Aires, Argentina. El grupo “Cine Liberación” que encabezaron Fernando Solanas y Octavio Gettino y “Cine de la Base”, de Reymundo Gleyzer y Álvaro Melián. Los grupos a los que yo pertenecí aquí en Santo Domingo surgieron, en cierta medida, motivados por las experiencias y reflexiones de esos cineastas argentinos.

JR: Te incorporas luego a la Productora Fílmica Dominicana, en la que asumes responsabilidades técnicas y te fogueas en el mundo del documentalismo, la publicidad y además te encargas de la realización de noticieros cinematográficos como “Panorama Dominicano” y “Cine Variedad”. ¿Qué te aportó tu paso por Productora Fílmica Dominicana? ¿Es importante para un documentalista dominar competencias técnicas?

RF: Definitivamente. Es sumamente importante conocer el andamiaje técnico que soporta la expresión artística a la que te vas a dedicar.

En ese sentido, mi paso por la Productora Fílmica Dominicana me aportó ese conocimiento práctico que da el hacer cine todos los días. Cine publicitario, cine comercial, noticieros cinematográficos, cine documental y una que otra película de largometraje. Esa fue una gran escuela para mí.

Es bueno subrayar que de los años que estamos hablando, mediados de los setenta, no estaba tan disponible la tecnología del video como ahora, incluso en la mayoría de países no existía o estaba limitada a los estudios de las plantas televisoras, con unos equipos pesadísimos.

Dada esa situación, nosotros en los grupos de cine de entonces trabajábamos con cámaras Bolex 16 milímetros y algunas veces con camaritas de 8 y súper 8 milímetros. Eso era un trabajo enorme, ya que luego de filmar había que buscar un laboratorio que lo revelara y si el que operaba la cámara no tenía buenos conocimientos del manejo de la luz o le fallaban los cálculos a la hora de hacer los ajustes en cámara, entonces el material filmado salía dañado. También si en el laboratorio de revelado se cometían errores con los químicos, el material se dañaba. Fíjate era una amenaza constante bajo la cual se trabajaba en esos años.

Ya en la Productora Fílmica era diferente. Trabajábamos con 35 milímetros y la empresa tenía sus laboratorios de revelado profesional que garantizaba menos problemas que lo que enfrentábamos cuando estábamos en los grupos de cine. Aunque también tenía sus dificultades. Te señalo esto porque ahora es muy fácil salir a grabar imágenes en movimiento con las cámaras de video que están en el mercado, las cuales no te exigen tener conocimiento de nada para manejarlas.

Y eso es bueno en la medida que masifica o democratiza el acceso de la gente a una forma de captación de su entorno con facilidad, sin muchos obstáculos de carácter técnico. Pero es preocupante el uso masivo de un recurso visual sin conceptos claros, ni principios que orienten tu acción. Es como si estuviéramos comprando y regalando lápices a gente que no sabe escribir. Entonces comienzan a hacer garabatos en las páginas o paredes.

Por eso, aquí en mi país he sugerido comenzar a dar cursos abiertos para la gente de “Introducción al Lenguaje Cinematográfico” u otros temas similares, que enseñen a la gente a manejar adecuadamente el arma que tienen en las manos.

JR: Luego de tu paso por Productora Fílmica Dominicana, te dedicas al mundo de la televisión. Para un cineasta ¿Es interesante la experiencia televisiva?

RF: Esta fue otra experiencia interesante en mi carrera. Trabajé en diferentes aspectos de la producción de televisión y en diferentes empresas. Una de las labores que realicé y que más recuerdo era la de Encargado de Filmovideoteca. Allí yo tenía que ver todo el material que iba a transmitir esa planta televisora. Entonces me pasaba entre ocho y doce horas diarias viendo películas, series de televisión, telenovelas –todos los capítulos juntos-, documentales, en fin de todo.

Como ese canal tenía varios espacios dedicados a la transmisión de películas, la cantidad de filmes que vi allí fue enorme. Eso me serviría de mucho más adelante.

Trabajando en otra empresa de producción de televisión-Teledom Internacional-, la cual hacía y hace todavía, un programa que se transmite para la ciudad de Nueva York (“Santo Domingo Invita”), comencé a trabajar directamente con la tecnología del video. De esa experiencia salió mi primer largometraje documental: “ABRIL: La Trinchera del Honor”. A propósito de cuyo estreno escribí mis reflexiones de ese momento sobre esa tecnología y su importancia para la cinematografía de los países sin industria de cine desarrollada. El artículo se titula: “Video: La opción del cine nacional.” Eso fue el abril de 1988. Creo que se puede conseguir en Internet, en IMDB.

JR: Como Encargado de programación de la Cinemateca Nacional ¿Cuál es el panorama que encuentras? ¿Hacia dónde encaminas tus esfuerzos?

RF: La Cinemateca Nacional de nuestro país se fundó en 1979, por iniciativa de Agliberto Meléndez, conocido por su película “Pasaje de Ida”. Cuando ingreso a la Cinemateca aquello era un proyecto en ciernes. Pocos recursos, mucho entusiasmo.
Todos nuestros esfuerzos estaban concentrados en dar a conocer al público dominicano las obras maestras del cine mundial. Y lo mejor de las cinematografías de cada país.

JR: En 1985 aparece un documental clave en tu carrera: “Tras las Huellas de Palau”. Aborda el rescate de la figura histórica de Francisco Palau, primer cineasta de la República Dominicana, y también delinea lo que se va a convertir en una misión de vida para ti: impedir que la memoria se desvanezca…


RF:
“Tras las huellas de Palau” surgió de la siguiente reflexión: si quiero hacer cine nacional, creo que debo comenzar haciendo un homenaje al primer dominicano que se aventuró a hacer cine. Eso pensé en 1985 y de inmediato comencé a investigar sobre la vida y obra de Francisco Arturo Palau, quien realizó dos películas en la ciudad de Santo Domingo a principios de los años 20, del siglo pasado.

JR: En 1988 vuelves la mirada a un evento dramático en la historia dominicana: la invasión, en 1965, de 42.000 marines estadounidenses con el expreso objetivo de impedir la vuelta a la constitución progresista (1963) promulgada durante el gobierno del presidente Juan Bosch. ¿Cómo surgió este proyecto? ¿Qué desafíos debiste enfrentar? ¿Cómo explicarías la enorme popularidad de “ABRIL: La Trinchera del Honor”?

RF: Este documental primero fue una idea que rondaba por mi mente durante algunos años y se convirtió en proyecto cuando participaba en el Primer Taller de Dramaturgia y Guión Cinematográfico que se impartió en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de Los Baños, en Cuba. Estando en La Habana le propuse el proyecto a un alto funcionario del ICAIC con la intención de conseguir una coproducción con ellos para hacer este largometraje documental. El funcionario me explicó que ellos no se involucraban en largometrajes documentales, que su experiencia les había enseñado que a la gente no le gusta ir al cine a ver documentales. Ese fue el primer revés de este proyecto. Regresé a mi país y seguí mostrando el proyecto a instituciones culturales y educativas para tratar de conseguir su apoyo. La repuesta era la misma, les parecía bien el proyecto, pero no estaban interesados.

Con todas esas negativas a mi alrededor me convencí de que para hacerlo debía emprender la tarea con mis propios recursos y con el apoyo y solidaridad de los colegas y amigos del medio. Así lo hice. Cuando se estrenó en cinco salas de cine de la ciudad de Santo Domingo, yo tenía una enorme inseguridad. No sabía si a la gente le gustaría esto, si sería rechazado este largometraje documental por el público. Sucedió que la gente asistió masivamente a verlo, dándole un respaldo caluroso a cada una de las exhibiciones que se hacían. Este respaldo contribuyó mucho a que yo siguiera realizando largometrajes documentales para las salas de cine.

JR: Entre 1991 y 1996 te embarcas en un proyecto ambicioso y polémico: ambicioso, porque pretende comprender y explicar las bases que sustentaron, por tres décadas, el increíble poder de Rafael Leonidas Trujillo; polémico, delicadísimo, porque en historia unas cuantas décadas no son nada y se pueden herir susceptibilidades de unos y otros. ¿Cómo nació “Trujillo: El Poder del Jefe”? ¿Encontró resistencias? ¿Cuál fue la reacción del público?

RF: Cuando asumí el reto de hacer cine documental, lo hice partiendo del siguiente principio: rescate, preservación y difusión de la memoria histórica de la Nación Dominicana, como una forma de contribuir a fortalecer nuestra identidad cultural y de esta manera contribuir con el desarrollo integral y justo de mi país.

Al terminar el proceso de exhibición y difusión de “ABRIL: La Trinchera del Honor”, me di cuenta que uno de los períodos históricos que más influía en la conducta pública y privada de los dominicanos era el conocido como “La Era de Trujillo”. Así surgió la idea de reconstruir el proceso mediante el cual se formó, se fortaleció y cayó la dictadura de Trujillo.

Mi trabajo por lo general no encuentra resistencia durante su realización, ya que yo trabajo casi clandestinamente. No anuncio lo que voy a hacer, la gente se entera cuando está hecho. Ya realizada la serie de tres largometrajes sobre Trujillo, si he tenido resistencia y problemas con algunos personeros de ese régimen, aunque no muy graves por suerte.

Al igual que el documental anterior, estos tres fueron muy bien recibidos por el público dominicano. Una muestra es que a la fecha de hoy tienen una venta regular y constante en formato DVD en las tiendas de nuestro país. Y por Internet también a través de nuestra página: www.videocinepalau.com

JR: Dando seguimiento a tu exhaustivo análisis de la historia contemporánea dominicana, entre 1998 y 2003 te dedicas a examinar los períodos presididos por Joaquín Balaguer en “Balaguer. La Herencia del Tirano” y “Balaguer: La Violencia del Poder”. Más complejo, si cabe, que “Trujillo: El poder del jefe”, pues Balaguer (y su entorno) representa, en esos momentos, una influencia determinante en la política y la sociedad Dominicana. ¿Cómo enfrentaste este reto?

RF: Este, sin lugar a dudas, fue un gran reto. Y lo fue en dos direcciones. Primero enfrentarme a la montaña de documentos y testimonios que reuní en torno al régimen de los doce años de Balaguer y luego enfrentar mi rabia interna, mis pasiones y mis sentimientos condenatorios de ese régimen de terror.

A diferencia del tema de los otros documentales de mi autoría, en este, el período histórico tratado yo lo viví, o sea que fui testigo de muchas de las barbaridades que se cometieron bajo el régimen de Balaguer. Entonces me fue muy difícil distanciarme del tema y tratar de asumir una posición de “neutralidad”, como suele exigírsele a los realizadores.

Así que enfrenté ese proyecto como suelo enfrentar los problemas que nos presenta la vida. Con objetivo claro y pasos firmes.

Por suerte, de ese gran reto surgieron grandes satisfacciones. Ese documental ha reivindicado la memoria de mucha gente que perdió la vida en la lucha por la democracia y la libertad en nuestro país y se ha convertido en el expediente más contundente de lo que ocurrió durante los años sesenta en la República Dominicana.

JR: Este año 2009 se ha estrenado tu último documental, “Bosch: Presidente en la Frontera Imperial”. Un período de una trascendencia especial, un punto de quiebre en la historia contemporánea dominicana. Un trabajo con una cantidad de material de una calidad sensacional, de procedencia diversa…

RF: Este documental se estrenó el 30 de marzo de este año en la Sala Principal del Teatro Nacional en Santo Domingo y el 8 de abril se presentó en la Sala Alice Tully Hall del Lincoln Center en Nueva York. Luego estuvo en las tandas regulares de varias salas de cine de nuestro país, una sala en Nueva York y otra en Los Angeles. Ganó el Premio Remi a la Excelencia Creativa en el 42 Festival Internacional de Cine de Houston, Texas.

La semana pasada, septiembre 27, hicimos una presentación popular en medio de una calle principal de nuestra ciudad, donde asistieron más de tres mil personas. Un reportaje sobre lo que sucedió allí puede verse en este LINK

Hace unos días recibí la notificación de que fue escogido para la Selección Oficial del 21 Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, en Chile. Este festival se celebrará del 16 al 22 de noviembre próximo.

Recientemente acabamos de hacer el lanzamiento en formato DVD y estamos en estos momentos involucrados en la campaña de promoción en ese formato.

Este ha sido el más grande reto profesional que he tenido. Está hecho en 35 milímetros, con sonido Dolby Soudraund 5.1 y procesado en los laboratorios Du Art de la ciudad de Nueva York. Más información sobre este documental AQUI

JR: Una de las características más notables de tus documentales es la popularidad de la que disfrutan entre el público. Estrenos multitudinarios (de hasta de 1500 personas), proyecciones en plazas públicas y polideportivos de hasta 10.000 asistentes. Al pueblo dominicano le gustan los documentales de René Fortunato. La gente llora, ríe y reflexiona viendo tus películas. Esto es un fenómeno fuera de serie, tal vez único. ¿Cómo explicas este romance entre el cine documental y el pueblo dominicano? ¿Cuáles son sus connotaciones? ¿Cuáles son las posibilidades para el futuro?

RF: Creo que la clave está en que yo estimulo los sentimientos de la gente con acontecimientos históricos que le tocan muy de cerca. Esto lo logro utilizando herramientas de la dramaturgia cinematográfica que por lo general se utilizan en el cine de ficción.

Además utilizo recursos sonoros, íntimamente ligados a la memoria afectiva del pueblo dominicano, como la música de la época por ejemplo. Además de esto, creo que la razón principal del respaldo del público es el hecho de que el pueblo dominicano, al igual que la mayoría de pueblos latinoamericanos, esta ávido de conocer su historia, pero no la historia oficial, sino la historia que no se suele contar en las escuelas. La vista desde otro punto de vista, una historia dramáticamente narrada y no complaciente con ningún sector social, por más poderoso que sea.

El futuro es luminoso. Creo que el género documental en nuestro país crecerá y se popularizara más. Hay muchas historias que contar y mucha gente con ganas de hablar.

JR: La carrera que escogiste y en la que has cosechado tantos éxitos no es una carrera fácil. Has investigado, documentado, registrado y, de alguna manera, salvaguardado para la posteridad, la historia dominicana del siglo XX en imágenes. Tu trabajo oscila entre el de un científico social como el historiador y un cineasta. ¿Qué te impulsó a hacerlo? ¿Qué hace falta para comprometerse con el cine documental al extremo que tu lo has hecho?

RF: Amor a mi país y pasión por el oficio de realizador de cine. Creo que por ahí andan las fuerzas que me impulsaron a emprender la realización de estos largometrajes documentales.

En cuanto a que hace falta para comprometerse con el cine documental, creo que comprometerse con el cine documental como lo he hecho es una forma de compromiso social, compromiso con la sociedad que te vio crecer y a la cual le debes mucho.

Creo que hay que tener gran sensibilidad ante los problemas sociales y un profundo sentimiento de gratitud para con la gente.

JR: Luego de casi treinta años estudiando a fondo la historia política, social y cultural de tu país, me gustaría preguntarte: ¿Quiénes son los dominicanos? ¿Qué aman? ¿Qué odian? ¿Qué temen? ¿A qué aspiran?

RF: Te podría decir que los dominicanos son los seres humanos que ocupan la mayor parte de la isla Hispaniola, una de las tres islas integrantes de Las Antillas Mayores, junto con Cuba y Puerto Rico. Estamos en el corazón del Caribe. Europa y África fluyen en nuestra cultura y en nuestro quehacer cotidiano. La herencia indígena es casi imperceptible, en cambio la influencia anglosajona, dada nuestra cercanía con los Estados Unidos, es cada vez más evidente.

Los dominicanos aman profundamente a su país. A pesar de los problemas y dificultades que hay que enfrentar viviendo en un país en vías de desarrollo, los dominicanos enfrentamos esos problemas con determinación. Muchos se van a otros países, pero siempre con la intención de regresar.

Yo creo que como la mayoría de nuestros pueblos, los dominicanos aspiran a una vida mejor para sus compatriotas y una erradicación, aunque sea parcial, de las desigualdades sociales.

JR: Y René Fortunato: ¿Quién es? ¿Qué ama? ¿Qué odia? ¿A qué aspira?

RF: Creo que las repuestas que he dado a las doce preguntas anteriores le podrán dar una idea al lector, más o menos clara, de quien soy.

Amo a mi familia y amo a mi país, sobre todo a la gente buena que vive en él. No odio a nadie y aspiro a retirarme en paz, en medio del cariño y el respeto de mi gente.

JR: René, los seres humanos pasamos años, décadas y a veces incluso la vida entera, persiguiendo el éxito profesional. Tu lo has conseguido, y en abundancia. ¿Dirías que la realización en la vida se consigue a través del trabajo?

RF: Definitivamente. Yo soy una persona que he estado trabajando desde muy temprana edad. El trabajo ha sido y es el “defecto de mi personaje”. Esa práctica laboral encontró sustancia ideológica cuando en la universidad escuché a un profesor citar a un filósofo alemán, quien afirmó: “El trabajo ha creado al propio hombre.”

Luego leí una entrevista con un científico soviético, cuyo nombre no recuerdo, en la cual decía algo así como “La brevedad de la vida no nos permite el lujo de gastar nuestro tiempo en cosas que no merecen importancia.”

JR: Se dice, con razón, que no hay mejor maestra que la vida misma…

RF: Aunque asistí a la Universidad Autónoma de Santo Domingo –UASD- y cursé la carrera de Licenciatura en Comunicación Social, creo que los mejores conocimientos que he adquirido los aprendí en la “Universidad de la Vida.” Definitivamente.


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